Imaginaros la escena, estaba con dos amigos tomando un café en la terraza de un bar, tres tíos de alrededor de 50 años hablando cada uno de sus cosas.

Desde el centro de la calle se escucha el sonido de un pito, alguien pitaba insistentemente, al fijarnos vemos que un señor desde el interior de un coche protestaba enérgicamente porque alguien había aparcado en su plaza reservada, entiendo que no hace falta que detalle todo lo ocurrido a continuación porque es algo ya conocido por todos nosotros.

Mi sorpresa viene cuando uno de mis amigos nos cuenta algo que le ocurrió hace algunos años.

Estaba él trabajando de comercial por Barcelona cuando en el desempeño de sus tareas tenía que hacer una llamada urgente, era cerca de la 1:00 del mediodía, tenía que llamar a un cliente y este terminaba de trabajar exactamente a esa hora, mi amigo rápidamente busco un sitio donde aparcar, se detiene para hacer la llamada de rigor y en mitad de la conversación con su cliente nota que desde el coche de al lado empiezan a pitarle, no le presta atención pues está centrado en la conversación con su cliente. Al ratito un señor con muletas se acerca a la ventana y le golpea con una de ellas en el cristal, el hombre malhumorado le grita «saca el coche de ahí que me has hecho dar dos vueltas y he tenido que aparcar en un vado«, mi amigo sorprendidísimo por el mal humor del hombre le dice «pero oiga que estoy hablando por teléfono», el Sr. de las muletas le vuelve a gritar diciéndole «estás en una plaza reservada para discapacitados«, entonces es cuando mi amigo cayó en la cuenta, el hueco que había encontrado con las prisas para aparcar era una plaza reservada para discapacitados, él pensó que como iban a ser 2 minutos podía parar ahí sin problema ya que ni si quiera se bajaría del coche, y mi amigo me dice que le molestó mucho que aquel señor le hablara de tan malos modos, que fuese tan maleducado, y que por no generar un problema mayor arrancó el coche y se marchó.

Entonces aparece mi sorpresa, para mi amigo el problema no era que él hubiera aparcado en una plaza reservada, el problema era que aquel señor había sido muy maleducado.

Al ver mi sorpresa mi amigo me pregunta mi opinión sobre el tema, y le contesto:

A este señor le dio tiempo a parar a tu lado, a pitarte, a dar la vuelta a la manzana, volver a parar a tu lado y volver a pitarte, volver a dar otra vuelta a la manzana, aparcar su coche en un vado cercano, bajarse del coche e ir hasta el tuyo y picarte a la ventana. Seguramente no fueran solo 2 minutos, fue un poco más de tiempo, el tiempo suficiente para que, por ejemplo yo, como persona discapacitada me sienta frustrado, decepcionado, y un sinfín más de emociones negativas que no debería por que sentir, pero que tú me las has provocado, ¡¡¡¿¿¿y encima pretendes que sea educado contigo???!!! ¡Pero hombre! que el mal educado lo has sido tú, y no yo, el que ha faltado el respeto eres tú, y no yo, eres tú quien hace algo incorrecto y no ese Sr.. Él solo se ha enfadado porque tú le has privado de algo que para nosotros es de imperiosa necesidad. Para ti solo habrán sido dos minutos, pero para nosotros son dos minutos contigo, y otros dos con el vecino del quinto, y otros dos con el Sr. que viene a la copistería, o con el que va al súper de al lado un momento, o con el mecánico que aparca el coche de uno de sus clientes. Si los sumamos todos ¿cuántos minutos son a lo largo del día? ¿no lo sabes verdad? pues ese hombre tan maleducado sí, él sí que lo sabe.

A lo largo del día cada vez que ese Sr., o cualquier otra persona con movilidad reducida, sale de su casa y vuelve a ella, se pregunta con quien tendrá que pelearse hoy, o si tendrá que llamar a la grúa, o cuánto tiempo tendrá que esperar para que alguien como tú saque su coche de su plaza reservada.

Estamos dispuestos a lidiar cada día con las circunstancias personales que rodean nuestra vida, todas y cada una de las cosas que hacemos las hacemos bajo unas circunstancias distintas al resto de las personas, y no nos importa, lo hacemos porque así es nuestra vida y así son nuestras circunstancias, pero… ¿sabes? Yo, a título personal, estoy cansado además de tener que lidiar con mis circunstancias, tener que hacerlo también con las tuyas, o las del vecino.

Muchas veces hablamos de que todo el mundo quiere ayudar a personas con discapacidad, pero a veces lo que las personas con discapacidad necesitan, más que ayuda, es respeto, educación, y que no se les moleste aparcando en una plaza reservada, o en medio de un paso de peatones, o delante de una rampa, o no hacer tantas otras cosas que sabiendo que lo estamos haciendo mal, pensamos que no importa porque solo van a ser dos minutos.

Porque esos dos minutos son dos minutos en los que tú me haces más discapacitado de lo que ya soy. Esos dos minutos son dos minutos en los que tú me has privado de mi libertad personal. Esos dos minutos son dos minutos del día en los que tú me obligas a pensar en una parte de mi vida, que yo preferiría olvidar. En esos dos minutos tú me recuerdas que yo tengo una discapacidad.